COMO SI FUERA NADIE

COMO SI FUERA NADIE. Un encuentro delicado y melancólico con libro y dirección de Julio Baccaro. La puesta protagonizada por Hugo Cosiansi y Yael Ken, acerca al espectador a la intimidad de dos seres anónimos unidos por la secreta pasión de inventar historias. Contacto: comosifueranadie@hotmail.com

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COMO SI FUERA NADIE
Buenos Aires, Argentina
Un encuentro delicado y melancólico. Una nueva propuesta de Julio Baccaro.
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Como si fuera (mos) nadie. Vacíos y resistencias.



Texto.

Claroscuros en un parque público. Suaves y pausados pasos de una mujer resuenan apagando una extraviada música de violines. Hay un banco. Ella se sienta. Vemos su espalda primero, su perfil después. Sentimos con ella su compunción. Es casi noche. Pasos un poco más acelerados y firmes de un hombre que pasa frente a ella; ella, que llama su atención. Luego de dudar, él le preguntará qué le pasa. Sobre los vidrios del fondo, el reflejo de los personajes simula ser una pantalla cinematográfica, espejo de otra representación. ¿Quién que se diga caballero no sintió alguna vez el impulso de intentar ayudar a una dama sumergida en el llanto? ¿Quién que se diga dama no deseó intensamente la llegada de un príncipe que la sacara de la angustia en su peor momento? Este es el juego y el que no quiera jugarlo se quedará afuera.

A partir de aquella pregunta iniciática, los personajes entrarán en diversas conversaciones que los harán conocerse y reconocerse, no sin dificultad: ¿quién ese otro, absoluto desconocido?, ¿puedo permitirme si quiera intercambiar una palabra con él? Una exposición de estereotipos que nos permitan clasificar al otro como algo posible, nos muestra la lejanía del ser, la distancia impuesta de la posibilidad de reconocer en el otro a una persona única. En este primer pasaje hay un eco de un lamento de nuestro tiempo, que ajeno a toda seguridad, parece condenarnos a una permanente sensación de temor y desconfianza hacia ese otro que se nos acerca. Lo que sigue es un juego de mácaras y mascaradas: sé que vas a desconfiar de mi entonces me construyo un otro invulnerable; lo que pienses de mi, es en realidad pensamiento sobre mi máscara, lo que me ubica en un lugar de poder (sé algo que tu no sabes y se que construyes tu discurso sobre una falacia). Personajes dentro de personajes, máscaras de máscaras, como extrañas mamushkas que no logran percibir la diferencia en sus tamaños. Los dos protagonistas participan de la misma circunstancia. La trama de la trampa, finalmente (finamente) los iguala. Tal vez, solo tal vez, esa misma trama termine de desenmascararlos para descubrir una misma soledad que los invite a recorrer, ahora juntos, un nuevo camino. ¿Nada tan tranquilizador?



Contexto.

Claro que en nuestras ciudades siguen existiendo los parques y plazas. Y los lugares públicos donde, físicamente, es posible encontrarnos. Sin embargo, ese espacio dejo ya de ser privilegiado para el encentro. Hoy es el ágora electrónica la que da paso feroz a los simulacros de los Comos si fuera nadie, evitando tanto riesgos en los afuera de casa. Porque no importan tanto los nombres (y los nicks) de estos personajes, en tanto nos representan como colectivo y en tanto dan nuevo sentido de nuestras cotidianeidades. El enjambre tecnológico que hoy fluye y contrafluye tendiendo puentes y vacíos, a la vez nos confunde y nos hace comprender algunas incertezas de la sociabilidad. Y es que los personajes de CSFN están, de alguna manera, perdidos en el tiempo, son pura construcción de una época que irremediablemente pareciera diluirse, desaparecer. Transitamos en realidad un tiempo de pasaje. Pero la obra en sí es pura resistencia, último recodo de los detalles sensibles de los encuentros entre personas amables, a contrapelo de las sociedades líquidas donde el compromiso en los vínculos es casi nulo o tiende a cero. Como en esas historias que en el cine nos cuenta Manoel Oliveira, en esas callejuelas de una Lisboa siempre atemporal. Tiempos y espacios suspendidos. Criaturas fantasmales. Ilusiones tarkovskyanas.

Mi historia no tiene interés, mi personaje jamás será representado, dice Mariana, poniendo en escena la propia contradicción de la representación. ¿Acaso es ella misma una fantasía del otro personaje que por un momento creemos dramaturgo? Y si esto es así, si solo asistimos a la imaginación del autor, ¿qué representa todo lo que estamos viendo? Los personajes finalmente se reconocen: ella no vivió ninguna tragedia y cuida enfermos en sus casas, él no es ningún autor teatral ni escritor de ficciones y trabaja de portero en un edificio del barrio. Los dos tienen nombres reales: ni Malena, ni Pirandello; ellos son como nosotros, Mariana y Ricardo. Cordinarán una cita. Los vemos que se van caminando juntos y nos preguntamos si han abandonado sus soledades. Todo parece ser tranquilizador, salvo el vacío, más allá de que el libro que ella portara durante toda la obra quede sobre el banco de la plaza como vestigio real de que ese encuentro ocurrió. Es que quisiéramos olvidar el vacío, esa conciencia de la construcción de lo representado. Pero no nos es posible. Así la historia que acabamos de ver, se enlaza en cada una de nuestras historias, las vividas y las por vivir. No importa tanto que pasará con ellos sino con nosotros. La obra nos devuelve a la certeza de esas realidades que podemos compartir con los otros reconociéndolos como seres únicos, sensibles, profundamente humanos. Lejos del utilitarismo, el pragmatismo, el etiquetamiento y la discriminación, que parecen ser la moneda corriente de nuestro tiempo y contra las que nos toca resistir cada día, en cada trinchera. Depende de nosotros.



Adrián Baccaro, 18/02/2011.


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